La Fotografía Estenopeica, un resurgimiento necesario
Por: Jorge Camarillo
La cámara estenopeica es indudablemente en nuestros días una herramienta para la fotografía que resurge con una nueva fuerza y una intencionalidad distinta, es incuestionable hasta hoy día la sorpresa causada por esta sencilla cámara, es común escuchar expresiones como ¿con eso puedes tomar una foto?, algunas veces la palabra eso es sustituido por caja , de este cotidiano cuestionamiento por parte de los transeúntes que ven trabajar a un fotógrafo estenopeico me ha nacido una reflexión, aun cuando la cámara estenopeica es un aparato fotográfico muy sencillo se ve como algo indefinido, misterioso. Parte de este misterio es generado por el enigma mismo del fenómeno generado en el interior de la cámara, pero la otra gran parte desconocida incide directamente desconocimiento de este medio.
La cámara estenopeica aunque muy poco utilizada mayormente se le ve con desden, como si fuera algo completamente explorado y agotado cuando en realidad sucede lo contrario. Es quizás el sencillo mecanismo lo que hace que no se le tome en cuenta como una cámara “seria” . Trasladando esto a otro punto comparativo es como si a un cazador con rifle le ofrecieran un arco para cazar, indudablemente sabemos que un arco sirve igual la conclusión seria que lo que le falta al cazador es quitarse el miedo, tener mayor confianza en si mismo y atreverse a usar herramientas donde la virtud de los resultados incide directamente en el desempeño humano y no en el tecnológico.
El Encuentro de Cámara Estenopeica está en su Cuarta emisión y dicho evento ha sido un foro para la reflexión de las inquietudes que se generan con la practica de esta técnica, sin duda que a pesar que estamos en una revolución tecnológica hay procesos en la historia de la fotografía que aun no se han completado. La evolución de la técnica estenopeica es uno de ellos, a dos años de Tercer encuentro en Veracruz existe un avance que noto en su cuarta edición, trabajos mas sustentados en la imagen que en el solo pretexto del uso de la cámara estenopeica es uno de ellos.El encuentro a su vez ha crecido y la presente edición incluso no ha concluido, esta vez se celebro además de la ciudad de Veracruz en cuatro nuevas sedes : Guanajuato, Distrito Federal , Toluca y Aguascalientes, en esta ultima sede todavía esta pendiente por celebrarse, del 31 de marzo al 5 de abril de 2008 , con este nuevo formato el Encuentro Nacional de Cámara Estenopeica da señales de un nuevo impulso que promete mas.
martes, 17 de junio de 2008
domingo, 8 de junio de 2008
La luz, fuente de creación
La luz, fuente de creación
Por Rubén Pax*
Por Rubén Pax*
La vuelta al origen, a las épocas de la invención de la fotografía, a la mezcla de químicos y a la producción de cámaras de cartón sin lente, resultan, paradójicamente, procesos en los que el fotógrafo encuentra una mayor libertad. Todo por un principio básico: se basan en la luz y en su ausencia. Para Rubén Pax, uno de los más respetados maestros fotográficos de México, la práctica de la fotografía estenopeica no sólo sorprende sino que ayuda a quien lo practica a encontrarse consigo mismo.
Con la invención de la fotografía por Nicephore Niepce y Louis Jacques Daguerre, dada a conocer a la humanidad en el primer cuarto del siglo XIX en París, da principio a una vertiginosa carrera para la creación de nuevos procesos así como la invención de cámaras y accesorios que desarrollaron una gran diversidad de posibilidades en la obtención de imágenes. Con estos maravillosos resultados, producto de la imaginación de estos pioneros e inventores de la fotografía, se dio origen a nuevos descubrimientos en la creación de procesos de revelado e impresión, así como el perfeccionamiento de lentes y cámaras que superaron las expectativas de los fotógrafos de la época.
En nuestros días se ha mantenido, en algunos pocos fotógrafos, la inquietud por mantener viva la luz mágica de las cámaras estenopeicas, que formaron parte en el desarrollo de la fotografía. Pero ante los desarrollos que hicieron posible el avance tecnológico del cine, la televisión, la computadora y la fotografía digital, y ante el apabullamiento de imágenes de estos medios, es un respiro dar luz a la fotografía estenopeica. Estamos seguros que es más placentero disfrutar este proceso fotográfico con el cual nos identificamos y comprendemos más claramente el fenómeno de la fotografía mediante simples cámaras de cartón, madera y materiales reciclados que fabricamos con el fin de estar en contacto con la primicia de las sorpresas que nos dan las imágenes estenopeicas.
No es posible entender nuestra naturaleza humana sin luz, así como la ausencia de esta para comprender nuestra propia existencia, amén de muchísimos factores de diversa índole que le dan forma a las cosas que nos rodean y a las cuales vemos de manera natural con la captación de los rayos solares por nuestros ojos, formando imágenes continuas. Estas imágenes aparecen invertidas como en cualquier sistema óptico que se emplea en la fabricación de lentes (objetivos) para las cámaras oscuras, es decir, las cámaras fotográficas,
Metafóricamente hablando, en esta dualidad existencial: vida-muerte, luz-oscuridad, están intrínsecamente ligadas unas a otras para conformar la creación. Dar a luz se refiere al milagro del nacimiento del ser humano y en la fotografía ocurre este fenómeno milagroso: al entrar la luz por un orificio en una cámara oscura, los rayos de luz son atrapados por una capa emulsionada, colocada en un soporte capaz de reproducir una imagen latente, la cual será expuesta a una solución reveladora, para así dar el paso de la creación de la fotografía con resultados sorprendentes que atraparán nuestros sentidos.
Los invitamos a conocer este mundo que ha permanecido vigente hasta nuestros días para seguir inventando nuestra existencia en este mundo. Estoy seguro que les cambiará la percepción de la vida y que enriquecerá de manera favorable y sustancial, y así tener un acercamiento con nosotros mismos y sentirnos con la esperanza de seguir en el camino de la magia de la luz.
*Rubén Cárdenas Paz. Mejor conocido en el medio fotográfico como Rubén Pax. Realizó la licenciatura en Comunicación Gráfica en la Escuela nacional de Artes Plásticas de la UNAM entre 1964 y 1970. Desde 1973 funge como Profesor de Fotografía en la
Escuela de Diseño del INBA-SEP además de impartir clases de esta disciplina en el Taller de Fotografía Libre. Miembro fundador del periódico La Jornada, donde trabajó como reportero gráfico entre 1984 y 1986. En 1993 fundó la Agencia de Fotografía de Cultura PRISMA, donde ejerce como fotoperiodista. Fue laboratorista e impresor del escritor y fotógrafo Juan Rulfo, así como de Héctor García y de Leopoldo Salas Portugal.
En 1970 presentó su primera exposición y hasta la fecha ha realizado más de 20 muestras individuales y 40 colectivas tanto en México como en Estados Unidos, Ha impartido múltiples conferencias y mesas redondas relacionadas, todas, con el ámbito fotográfico.
Parte de su trabajo ha consistido en documentar fiestas populares y religiosas, danzas, ritos y tradiciones indígenas, labores de campesinos y pescadores. También ha documentado los movimientos sociales magisteriales, estudiantil, obrero y campesino. Y tiene un registro de cultura general, artes plásticas, danza, teatro, música y literatura. La presidencia municipal de Pahuatlán, Puebla, le dio un Reconocimiento Oficial por la promoción y difusión de la cultura de la región
Con la invención de la fotografía por Nicephore Niepce y Louis Jacques Daguerre, dada a conocer a la humanidad en el primer cuarto del siglo XIX en París, da principio a una vertiginosa carrera para la creación de nuevos procesos así como la invención de cámaras y accesorios que desarrollaron una gran diversidad de posibilidades en la obtención de imágenes. Con estos maravillosos resultados, producto de la imaginación de estos pioneros e inventores de la fotografía, se dio origen a nuevos descubrimientos en la creación de procesos de revelado e impresión, así como el perfeccionamiento de lentes y cámaras que superaron las expectativas de los fotógrafos de la época.
En nuestros días se ha mantenido, en algunos pocos fotógrafos, la inquietud por mantener viva la luz mágica de las cámaras estenopeicas, que formaron parte en el desarrollo de la fotografía. Pero ante los desarrollos que hicieron posible el avance tecnológico del cine, la televisión, la computadora y la fotografía digital, y ante el apabullamiento de imágenes de estos medios, es un respiro dar luz a la fotografía estenopeica. Estamos seguros que es más placentero disfrutar este proceso fotográfico con el cual nos identificamos y comprendemos más claramente el fenómeno de la fotografía mediante simples cámaras de cartón, madera y materiales reciclados que fabricamos con el fin de estar en contacto con la primicia de las sorpresas que nos dan las imágenes estenopeicas.
No es posible entender nuestra naturaleza humana sin luz, así como la ausencia de esta para comprender nuestra propia existencia, amén de muchísimos factores de diversa índole que le dan forma a las cosas que nos rodean y a las cuales vemos de manera natural con la captación de los rayos solares por nuestros ojos, formando imágenes continuas. Estas imágenes aparecen invertidas como en cualquier sistema óptico que se emplea en la fabricación de lentes (objetivos) para las cámaras oscuras, es decir, las cámaras fotográficas,
Metafóricamente hablando, en esta dualidad existencial: vida-muerte, luz-oscuridad, están intrínsecamente ligadas unas a otras para conformar la creación. Dar a luz se refiere al milagro del nacimiento del ser humano y en la fotografía ocurre este fenómeno milagroso: al entrar la luz por un orificio en una cámara oscura, los rayos de luz son atrapados por una capa emulsionada, colocada en un soporte capaz de reproducir una imagen latente, la cual será expuesta a una solución reveladora, para así dar el paso de la creación de la fotografía con resultados sorprendentes que atraparán nuestros sentidos.
Los invitamos a conocer este mundo que ha permanecido vigente hasta nuestros días para seguir inventando nuestra existencia en este mundo. Estoy seguro que les cambiará la percepción de la vida y que enriquecerá de manera favorable y sustancial, y así tener un acercamiento con nosotros mismos y sentirnos con la esperanza de seguir en el camino de la magia de la luz.
*Rubén Cárdenas Paz. Mejor conocido en el medio fotográfico como Rubén Pax. Realizó la licenciatura en Comunicación Gráfica en la Escuela nacional de Artes Plásticas de la UNAM entre 1964 y 1970. Desde 1973 funge como Profesor de Fotografía en la
Escuela de Diseño del INBA-SEP además de impartir clases de esta disciplina en el Taller de Fotografía Libre. Miembro fundador del periódico La Jornada, donde trabajó como reportero gráfico entre 1984 y 1986. En 1993 fundó la Agencia de Fotografía de Cultura PRISMA, donde ejerce como fotoperiodista. Fue laboratorista e impresor del escritor y fotógrafo Juan Rulfo, así como de Héctor García y de Leopoldo Salas Portugal.
En 1970 presentó su primera exposición y hasta la fecha ha realizado más de 20 muestras individuales y 40 colectivas tanto en México como en Estados Unidos, Ha impartido múltiples conferencias y mesas redondas relacionadas, todas, con el ámbito fotográfico.
Parte de su trabajo ha consistido en documentar fiestas populares y religiosas, danzas, ritos y tradiciones indígenas, labores de campesinos y pescadores. También ha documentado los movimientos sociales magisteriales, estudiantil, obrero y campesino. Y tiene un registro de cultura general, artes plásticas, danza, teatro, música y literatura. La presidencia municipal de Pahuatlán, Puebla, le dio un Reconocimiento Oficial por la promoción y difusión de la cultura de la región
jueves, 13 de marzo de 2008
Carlos Jurado no se considera fotógrafo
Carlos Jurado no se considera fotógrafo (2a. Parte)
Antonio Galindo
Ya dentro del Instituto, comencé a trabajar con una cámara estenopeica de forma cilíndrica, regalo del maestro Carlos. Esta cámara utiliza película de 4x5 pulgadas y con ella comencé a aprender los secretos de este oficio.
Una de las características de la ciudad de Jalapa es, o era, la constante humedad del medio ambiente lo que provoca que la vegetación aparezca con colores más intensos. Acostumbrado a la reseca existencia de Guanajuato, caminar por esa ciudad me hacía sentir a cada momento saturado por las explosiones de color, me bastaba dirigir la vista a prácticamente cualquier sitio para encontrar manchas de amarillos intensos, verdes, rojos, azules. Era realmente maravilloso y me provocó la necesidad de buscar la manera de apropiarme de estas sensaciones. La fotografía en color directo me parecía demasiado burda y no respondía a lo que en ese momento podía ver a mi derredor. Comencé a buscar como retener eso que me atraía tanto. Una alternativa era pintar las copias fotográficas en papel, tal vez imprimir formatos grandes y agregar pintura, sin embargo me preocupaba la posibilidad de reproducirlo, de seguir manteniendo en mis manos un negativo que pudiera ser copiado cuántas veces se requiriera. La solución fue pintar los negativos en blanco y negro. Así me inicié con el más importante trabajo que desarrolle dentro del Instituto, que además se insertaba a una de las líneas planteadas en ese momento: la “Tecnología Alternativa”.
Disponer de los materiales y equipo para realizar el trabajo era y continúa siendo una de las preocupaciones de los productores de imágenes. Los bajos presupuestos asignados al apoyo de la producción artística, sumados al alto costo de materiales –sobre todo en el caso particular de la fotografía–, provocaban una dependencia que sólo podía ser superada con ingenio y conocimiento, por ello, muchos de los integrantes del Instituto se encontraban abocados al desarrollo de un cúmulo de recursos técnicos para el apoyo en la producción de imágenes: cámaras de artes gráficas, regraneadoras de láminas, prensas de impresión, sistemas de impresión en lámina, bolsas de vacío para insolado, insoladoras, lápices litográficos, cámaras fotográficas, sistemas de reproducción en offset, goma bicromatada, sistemas de reconstrucción del color, entre otras. Muchas de ellas eran soluciones muy sencillas, pero que impedían quedarse parado por falta de recursos. El método era estudiar los requisitos, definir las condiciones a cubrir y comenzar, probar una y otra vez, sin ningún prejuicio y sobre todo, sin desanimarse por los fracasos, hasta lograrlo.
El maestro Jurado, como director de Instituto de Artes Plásticas, procuró la interacción de las diferentes disciplinas bajo un clima de libertad. Su única exigencia era el compromiso y la pasión por el trabajo. Desgraciadamente no siempre se entendía así. La constancia, la obsesión por la búsqueda, la incansable necesidad de abordar un proceso y repetirlo una y otra vez hasta que éste respondiera de manera cercana a lo que se buscaba, aprovechando siempre la experiencia obtenida, es una de las cosas que recuerdo de él.
Su trabajo fotográfico inicia en una época en la que la pretensión de realismo despreciaba de forma tajante toda imagen que no se dispusiera en línea con ello, la fotografía comprometida se marcaba como la única línea posible de trabajo fotográfico, todo lo demás era cursi, burgués, sólo la fotografía de denuncia era válida. Sin embargo él se mantuvo fiel a las enseñanzas transmitidas en los viejos pergaminos de su muy cercano –en oficio– y gran alquimista Adhojur. Lejos de tendencias impuestas, de modas, decidió esperar pacientemente, con esa tranquilidad que sólo da la certeza, a que la fotografía madurara y fuera de amplio conocimiento que el pretendido realismo fotográfico únicamente fue desvarío de juventud.
Así, pintor de caballete y de mural, grabador, creador y recreador de leones y unicornios, afirma no ser fotógrafo y sin embargo ha ejercido la fotografía de la manera más arriesgada, más pura. En su búsqueda de la luz a través de elementos básicos, nos entregó las llaves de mágicos conjuros contra la pérdida de identidad, como resultado de la masificación propuesta por los comerciantes de la tecnología, de lo cuál la fotografía es una víctima sensible. No se conformó con apretar el botón y que otros hicieran el resto.
Tampoco ha buscado una confrontación directa con el resto de procesos fotográficos incluyendo lo digital. Con sencillez nos propone experimentar la fotografía de manera distinta y éste es un punto más de importancia en su propuesta. Seguramente sabía desde hace mucho que quién tiene razón no necesita restregarla para que brille y mucho menos en la cara de los demás.
Antonio Galindo
Ya dentro del Instituto, comencé a trabajar con una cámara estenopeica de forma cilíndrica, regalo del maestro Carlos. Esta cámara utiliza película de 4x5 pulgadas y con ella comencé a aprender los secretos de este oficio.
Una de las características de la ciudad de Jalapa es, o era, la constante humedad del medio ambiente lo que provoca que la vegetación aparezca con colores más intensos. Acostumbrado a la reseca existencia de Guanajuato, caminar por esa ciudad me hacía sentir a cada momento saturado por las explosiones de color, me bastaba dirigir la vista a prácticamente cualquier sitio para encontrar manchas de amarillos intensos, verdes, rojos, azules. Era realmente maravilloso y me provocó la necesidad de buscar la manera de apropiarme de estas sensaciones. La fotografía en color directo me parecía demasiado burda y no respondía a lo que en ese momento podía ver a mi derredor. Comencé a buscar como retener eso que me atraía tanto. Una alternativa era pintar las copias fotográficas en papel, tal vez imprimir formatos grandes y agregar pintura, sin embargo me preocupaba la posibilidad de reproducirlo, de seguir manteniendo en mis manos un negativo que pudiera ser copiado cuántas veces se requiriera. La solución fue pintar los negativos en blanco y negro. Así me inicié con el más importante trabajo que desarrolle dentro del Instituto, que además se insertaba a una de las líneas planteadas en ese momento: la “Tecnología Alternativa”.
Disponer de los materiales y equipo para realizar el trabajo era y continúa siendo una de las preocupaciones de los productores de imágenes. Los bajos presupuestos asignados al apoyo de la producción artística, sumados al alto costo de materiales –sobre todo en el caso particular de la fotografía–, provocaban una dependencia que sólo podía ser superada con ingenio y conocimiento, por ello, muchos de los integrantes del Instituto se encontraban abocados al desarrollo de un cúmulo de recursos técnicos para el apoyo en la producción de imágenes: cámaras de artes gráficas, regraneadoras de láminas, prensas de impresión, sistemas de impresión en lámina, bolsas de vacío para insolado, insoladoras, lápices litográficos, cámaras fotográficas, sistemas de reproducción en offset, goma bicromatada, sistemas de reconstrucción del color, entre otras. Muchas de ellas eran soluciones muy sencillas, pero que impedían quedarse parado por falta de recursos. El método era estudiar los requisitos, definir las condiciones a cubrir y comenzar, probar una y otra vez, sin ningún prejuicio y sobre todo, sin desanimarse por los fracasos, hasta lograrlo.
El maestro Jurado, como director de Instituto de Artes Plásticas, procuró la interacción de las diferentes disciplinas bajo un clima de libertad. Su única exigencia era el compromiso y la pasión por el trabajo. Desgraciadamente no siempre se entendía así. La constancia, la obsesión por la búsqueda, la incansable necesidad de abordar un proceso y repetirlo una y otra vez hasta que éste respondiera de manera cercana a lo que se buscaba, aprovechando siempre la experiencia obtenida, es una de las cosas que recuerdo de él.
Su trabajo fotográfico inicia en una época en la que la pretensión de realismo despreciaba de forma tajante toda imagen que no se dispusiera en línea con ello, la fotografía comprometida se marcaba como la única línea posible de trabajo fotográfico, todo lo demás era cursi, burgués, sólo la fotografía de denuncia era válida. Sin embargo él se mantuvo fiel a las enseñanzas transmitidas en los viejos pergaminos de su muy cercano –en oficio– y gran alquimista Adhojur. Lejos de tendencias impuestas, de modas, decidió esperar pacientemente, con esa tranquilidad que sólo da la certeza, a que la fotografía madurara y fuera de amplio conocimiento que el pretendido realismo fotográfico únicamente fue desvarío de juventud.
Así, pintor de caballete y de mural, grabador, creador y recreador de leones y unicornios, afirma no ser fotógrafo y sin embargo ha ejercido la fotografía de la manera más arriesgada, más pura. En su búsqueda de la luz a través de elementos básicos, nos entregó las llaves de mágicos conjuros contra la pérdida de identidad, como resultado de la masificación propuesta por los comerciantes de la tecnología, de lo cuál la fotografía es una víctima sensible. No se conformó con apretar el botón y que otros hicieran el resto.
Tampoco ha buscado una confrontación directa con el resto de procesos fotográficos incluyendo lo digital. Con sencillez nos propone experimentar la fotografía de manera distinta y éste es un punto más de importancia en su propuesta. Seguramente sabía desde hace mucho que quién tiene razón no necesita restregarla para que brille y mucho menos en la cara de los demás.
Carlos Jurado no se considera fotógrafo
Carlos Jurado no se considera fotógrafo (1a. Parte)
Por: Antonio Galindo *
El Instituto de Artes Plásticas de Jalapa fue, hace dos décadas, un verdadero torbellino de experimentación en las artes visuales y cruce de caminos para las más variadas técnicas. Uno de los artistas que laboró en ese sitio, el guanajuatense Antonio Galindo, relata en el siguiente ensayo cómo era el ambiente de trabajo en aquellos tiempos.
Hace ya algunos años, a finales de la década del 80, había desarrollado un fuerte vicio por recolectar imágenes con una cámara de 35 mm, mismo que se convirtió en algo tan importante para mí que, impulsado por esa mezcla de irreverencia e ingenuidad propia de la juventud, me llevó a buscar sitios en los cuales crecer en el oficio de la alquimia de las imágenes. Con un poco de ropa, una cámara y un portafolio mal elaborado, partí de los secos cerros de Guanajuato en busca de un lugar donde pudiera satisfacer esta inquietud. Había escuchado comentarios en los que Jalapa aparecía como una ciudad con gente desarrollando propuestas interesantes. En ese momento yo no tenían ni la menor idea de qué significaban “propuestas interesantes”, es más, para abreviar ni siquiera tenía claro lo que quería hacer con la fotografía. Lo que sí recuerdo que tenía claro era que no deseaba fotografiar la miseria de la gente, tema muy de moda en ese tiempo.
A mi arribo a la capital veracruzana no me fue difícil encontrar información de los lugares dónde podía proseguir mi camino en la fotografía. Andando, pocos días después me encontraba tocando la puerta del Instituto de Artes Plásticas y preguntando por el maestro Carlos Jurado, quién era el director en ese entonces. Por alguna extraña razón él accedió a escucharme y abrió las puertas a la posibilidad de que yo trabajara ahí.
El Instituto se encontraba ubicado en una amplia casa de la calle de Tuxpan en el número 11. A la entrada, en lo que debería ser la sala comedor, junto a un enorme cuadro de fotografías impresas en offset, se encontraba una pequeña mesa con una vieja máquina de escribir que luego descubrí que era la poderosa herramienta para la comunicación oficial con el mundo exterior y el único reducto burocrático existente en ese edificio. En el resto de las habitaciones se habían adaptado para talleres. Se podía encontrar gente pintando, imprimiendo serigrafía, trabajando en offset, haciendo grabado o fotografía.
Comencé a integrarme a la vida del instituto y los primeros meses fueron bastante difíciles. Se trataba de un mundo totalmente nuevo para mi pero afortunadamente conté con el apoyo de quienes trabajaban dentro del edificio. No podría precisar si por voluntad propia o a sugerencia del director, existía en el instituto una tradición que resultó fundamental para mí: los asalariados aportaban quincenalmente un porcentaje de su sueldo para dar una beca a quienes, como yo, acercaban su navío por esos puertos.
De este modo fue que Fernando Meza, Miguel Ángel Acosta, Tedy Villamediana, Robin Matus, Adrián Mendieta y Javier Pucheta, entre otros, claro que junto al propio Carlos Jurado, se convirtieron en mi apoyo inicial para existir física y espiritualmente en esos lugares.
En esos días regresaba al Instituto una exposición envuelta en enormes cajas, mismas que ocuparon casi la totalidad del espacio de entrada. Se trataba de Ruta 1, una colectiva integrada por piezas de gran formato en técnicas mixtas. En las siguientes semanas, poco a poco, se fueron revelando los contenidos y resultó impactante ver mezclada la fotografía con otras técnicas, sobre todo en esos enormes formatos. Dichos cuadros me ayudaron a ir conformando mi idea de la fotografía.
En el Instituto se trabajaba de manera muy libre. Uno podía llegar en la noche y encontrar gente trabajando. Los horarios y la intensidad del trabajo dependían del proyecto que se abordara y, desde luego, del compromiso del artista. No quiero dar la idea equivocada de que eternamente estaba lleno de gente trabajando día y noche, aunque desgraciadamente pocas personas entendían la responsabilidad de la libertad que se les brindaba.
Fue en este espacio que tuve la oportunidad de convivir muy estrechamente con el maestro Jurado, que en esa época se encontraba abocado al proyecto de la recuperación del color empleando tramas con fécula de papa coloreada sobre película en blanco y negro.
Eran tiempos muy intensos en torno al trabajo, la experimentación, la búsqueda. Los limites los ponía uno mismo y eran producto de las capacidades o del interés particular. El compromiso que yo adquirí era buscar la manera de continuar.
Jóvenes e inquietos, la convivencia dentro y fuera de los horarios de trabajo era muy amplia. Sin embargo con el maestro Jurado existía una regla no escrita: no importaba la hora ni las condiciones en que uno se hubiera acostado, las siete de la mañana era el momento para poner en práctica las conclusiones de la almohada: si había que moler de manera más fina la fécula de papa, dejar unos minutos más el barniz para que tuviera mejor adherencia, si se debía de buscar otra manera de registrar los negativos o alguna otra conclusión con la cual pudiésemos abrir el día. Se buscaba probar nuevos materiales, nuevas formas de aplicarlos, se atendían diversos proyectos a la vez. Podían pasar días y semanas para lograr una conclusión, pero mientras tanto, era necesario levantarse temprano para iniciar el trabajo antes del desayuno. Esto dejó costumbres con las cuales todavía vivo.
Por: Antonio Galindo *
El Instituto de Artes Plásticas de Jalapa fue, hace dos décadas, un verdadero torbellino de experimentación en las artes visuales y cruce de caminos para las más variadas técnicas. Uno de los artistas que laboró en ese sitio, el guanajuatense Antonio Galindo, relata en el siguiente ensayo cómo era el ambiente de trabajo en aquellos tiempos.
Hace ya algunos años, a finales de la década del 80, había desarrollado un fuerte vicio por recolectar imágenes con una cámara de 35 mm, mismo que se convirtió en algo tan importante para mí que, impulsado por esa mezcla de irreverencia e ingenuidad propia de la juventud, me llevó a buscar sitios en los cuales crecer en el oficio de la alquimia de las imágenes. Con un poco de ropa, una cámara y un portafolio mal elaborado, partí de los secos cerros de Guanajuato en busca de un lugar donde pudiera satisfacer esta inquietud. Había escuchado comentarios en los que Jalapa aparecía como una ciudad con gente desarrollando propuestas interesantes. En ese momento yo no tenían ni la menor idea de qué significaban “propuestas interesantes”, es más, para abreviar ni siquiera tenía claro lo que quería hacer con la fotografía. Lo que sí recuerdo que tenía claro era que no deseaba fotografiar la miseria de la gente, tema muy de moda en ese tiempo.
A mi arribo a la capital veracruzana no me fue difícil encontrar información de los lugares dónde podía proseguir mi camino en la fotografía. Andando, pocos días después me encontraba tocando la puerta del Instituto de Artes Plásticas y preguntando por el maestro Carlos Jurado, quién era el director en ese entonces. Por alguna extraña razón él accedió a escucharme y abrió las puertas a la posibilidad de que yo trabajara ahí.
El Instituto se encontraba ubicado en una amplia casa de la calle de Tuxpan en el número 11. A la entrada, en lo que debería ser la sala comedor, junto a un enorme cuadro de fotografías impresas en offset, se encontraba una pequeña mesa con una vieja máquina de escribir que luego descubrí que era la poderosa herramienta para la comunicación oficial con el mundo exterior y el único reducto burocrático existente en ese edificio. En el resto de las habitaciones se habían adaptado para talleres. Se podía encontrar gente pintando, imprimiendo serigrafía, trabajando en offset, haciendo grabado o fotografía.
Comencé a integrarme a la vida del instituto y los primeros meses fueron bastante difíciles. Se trataba de un mundo totalmente nuevo para mi pero afortunadamente conté con el apoyo de quienes trabajaban dentro del edificio. No podría precisar si por voluntad propia o a sugerencia del director, existía en el instituto una tradición que resultó fundamental para mí: los asalariados aportaban quincenalmente un porcentaje de su sueldo para dar una beca a quienes, como yo, acercaban su navío por esos puertos.
De este modo fue que Fernando Meza, Miguel Ángel Acosta, Tedy Villamediana, Robin Matus, Adrián Mendieta y Javier Pucheta, entre otros, claro que junto al propio Carlos Jurado, se convirtieron en mi apoyo inicial para existir física y espiritualmente en esos lugares.
En esos días regresaba al Instituto una exposición envuelta en enormes cajas, mismas que ocuparon casi la totalidad del espacio de entrada. Se trataba de Ruta 1, una colectiva integrada por piezas de gran formato en técnicas mixtas. En las siguientes semanas, poco a poco, se fueron revelando los contenidos y resultó impactante ver mezclada la fotografía con otras técnicas, sobre todo en esos enormes formatos. Dichos cuadros me ayudaron a ir conformando mi idea de la fotografía.
En el Instituto se trabajaba de manera muy libre. Uno podía llegar en la noche y encontrar gente trabajando. Los horarios y la intensidad del trabajo dependían del proyecto que se abordara y, desde luego, del compromiso del artista. No quiero dar la idea equivocada de que eternamente estaba lleno de gente trabajando día y noche, aunque desgraciadamente pocas personas entendían la responsabilidad de la libertad que se les brindaba.
Fue en este espacio que tuve la oportunidad de convivir muy estrechamente con el maestro Jurado, que en esa época se encontraba abocado al proyecto de la recuperación del color empleando tramas con fécula de papa coloreada sobre película en blanco y negro.
Eran tiempos muy intensos en torno al trabajo, la experimentación, la búsqueda. Los limites los ponía uno mismo y eran producto de las capacidades o del interés particular. El compromiso que yo adquirí era buscar la manera de continuar.
Jóvenes e inquietos, la convivencia dentro y fuera de los horarios de trabajo era muy amplia. Sin embargo con el maestro Jurado existía una regla no escrita: no importaba la hora ni las condiciones en que uno se hubiera acostado, las siete de la mañana era el momento para poner en práctica las conclusiones de la almohada: si había que moler de manera más fina la fécula de papa, dejar unos minutos más el barniz para que tuviera mejor adherencia, si se debía de buscar otra manera de registrar los negativos o alguna otra conclusión con la cual pudiésemos abrir el día. Se buscaba probar nuevos materiales, nuevas formas de aplicarlos, se atendían diversos proyectos a la vez. Podían pasar días y semanas para lograr una conclusión, pero mientras tanto, era necesario levantarse temprano para iniciar el trabajo antes del desayuno. Esto dejó costumbres con las cuales todavía vivo.
La luz y la Venus
La luz y la Venus
Por: Silvia González de León
El mejor homenaje que puede realizarse a Carlos Jurado en sus ochenta años de vida es la gran cantidad de jóvenes fotógrafos que realizan fotografía estenopeica. Tal es la conclusión de Silvia González de León, quien fuera su discípula en el puerto Veracruz en los años noventa. En este ensayo, la fotógrafa bajacaliforniana relata sus experiencias con la fotografía estenopeica.
Pensé que siendo yo fotógrafa que utiliza de cuando en cuando cámaras estenopeicas, sería interesante hablar de mi experiencia con la luz con este tipo de artefactos.
Yo empecé a hacer fotografía de un modo muy empírico a mediados de los años setenta, con una cámara de 35 mm que me prestó un amigo. Al principio sólo enfocaba y ponía cuidado en que la aguja del exposímetro estuviera en medio y disparaba frente a lo que me gustaba. La técnica la fui aprendiendo en el camino. Tuve el privilegio de tomar un taller con Kati Horna en la Academia de San Carlos de 1984 a 1985, y de conocer el formato 120 mm en sus queridas Rolleiflex. Kati llegó a nuestro país con su esposo, el artista surrealista José Horna, provenientes de la Guerra Civil Española, donde había sido fotorreportera, pero no del campo de batalla, sino de la vida cotidiana en esos pueblos que luchaban por defender la República.
Después, viviendo en Veracruz, a finales de los ochenta conocí a Carlos Jurado, otro gran fotógrafo, además de un excelente artista plástico. Trabajamos juntos en el IVEC y nos hicimos buenos amigos. Jurado es no sólo una de las primeras personas que hicieron fotografía estenopeica en México, sino quien más se ha dedicado y ha experimentado con esta técnica.
Él se dio a la tarea de inventar diferentes aparatos: una cámara que incluye las tres distancias focales en una y que puede tomar las tres imágenes en un negativo, otra cámara estenopeica de cine, otra con un lente convexo integrado, etc. Su afán experimental no conoce límites. También es un maestro generoso que transmite a sus alumnos lo que sabe. No tengo palabras para agradecerle sus enseñanzas. Ahora hay muchos fotógrafos, jóvenes especialmente, que toman fotos con cámaras estenopeicas. Qué mejor homenaje a Carlos Jurado en sus 80 años recién cumplidos.
El trabajo experimental de Jurado me interesó mucho, en especial lo que hacía con cámaras sin lente. Así que le pedí que me enseñara a hacer una cámara de cartón y ahí empecé.
Mis primeras fotografías con cámara estenopeica, barcos y escenas marinas, fueron tomadas con negativos de papel, y requirieron exposiciones a la luz de unos 30 segundos a mediodía y con el brillante sol veracruzano. Jurado tenía su taller en ese entonces en un departamento frente al Malecón de Veracruz, algo que resultó muy conveniente para mí, ya que tomaba la foto con la exposición sugerida por él e iba a revelar a su laboratorio. Ahí observaba si la exposición a la luz era la indicada, para hacer correcciones en caso necesario. Volvía a cargar mi caja con una hoja de papel fotográfico y salía otra vez. Porque con esa cámara sólo podía tomarse una foto cada vez.
No es que estas fotos sean muy originales, Jurado tiene una serie de barcos trabajados en autocromo que es mucho más interesante, pero me cautivó la atmósfera onírica de esta cámara, su encanto de ensueño. Y además son mis primeras estenopeicas.
Recuérdese que el estenopo u orificio por el que penetra la luz es muy pequeño. Stenos significa en griego estrecho. Es más claro su nombre en inglés: pinhole camera (pin es alfiler, hole agujero).
Usábamos como negativo el papel fotográfico que en general se usa para imprimir positivos con la luz de la ampliadora en el laboratorio y siendo su sensibilidad muy baja (2-3 ASA aprox.) requiere de largas exposiciones a la luz.
La luz irlandesa
Pero no siempre la luz se comporta tan bien como en Veracruz en un día soleado al mediodía. No en Dublín, por lo menos. En julio pasado la Gallery of Photography de esa ciudad, me invitó a exponer mi trabajo con cámaras estenopeicas y a dar un taller con esta técnica. Mis imágenes agradaron mucho a la gente, porque no había fotógrafos irlandeses que hicieran este tipo de fotografía. Al taller asistieron ocho personas de diferentes edades y profesiones, que tenían desde 14 hasta cincuenta y tantos años; unos estudiantes, otros fotógrafos o profesionistas de otras disciplinas.
Las cámaras las hicimos con tubos de cartón para guardar carteles, tapados con plástico
negro en los extremos. El primer día todo funcionó muy bien, afuera estaba soleado y después de hacer pruebas con sus cámaras, los alumnos hicieron exposiciones de unos 45 segundos en promedio. Pero en Dublín llueve mucho y al día siguiente se nubló y llovió... llovió mucho y por varias horas, y así siguió los siguientes días, aunque hubo algunos ratos de sol, breves pero de una luz muy bella. Por lo tanto, las exposiciones a la luz se extendieron a entre 6 y 15 minutos, dependiendo del tamaño del estenopo o de la distancia focal, pues se hicieron otras cámaras con cajas de puros, de galletas, etcétera
Imagínenos en uno de los puentes del río Liffey con nuestras cámaras debajo de los paraguas. A pesar de las dificultades metereológicas, el entusiasmo no decayó, y hasta los jóvenes que trabajaban en la galería, empezaron a tomar fotos con estas cámaras, It´s the pinhole desease (“es la enfermedad estenopeica”), decía uno de ellos.
Si hubiéramos usado película en lugar de papel para los negativos, las exposiciones a la luz se habrían acortado notablemente, porque la película es mucho más sensible a la luz, pero el taller era de sólo 20 horas y el uso de la película se complica mucho a la hora del revelado, porque requiere de oscuridad total. Ver aparecer la imagen en el laboratorio con la luz de seguridad es muy útil, además de ser una experiencia mágica.
Para que vean cómo se acortan los tiempos con el uso de película, publico las siguientes fotos, que tomadas con placas tamaño 4x5”, de 400 ASA, requirieron de entre 2 y 5 segundos de exposición con el intenso sol de Veracruz. Esta fue la segunda serie que tomé para participar en una exposición en el IVEC en 1989, con motivo de los 150 años de la fotografía.
La idea era retratarme en distintas actitudes, aprovechando que la exposición es larga, y experimentar con el desnudo. Y como no había modelos disponibles, pues decidí fotografiarme a mí misma.
* Silvia González de León (Mexicali, 1954). Estudió sociología. Aprendió fotografía en los ochenta en el taller de Kati Horna en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM) y fotografía estenopeica a inicios de los noventa con Carlos Jurado en Veracruz. Ha expuesto individual y colectivamente en diferentes ciudades de México, Estados Unidos, Ecuador, Argentina, Brasil, Cuba e Irlanda. Ha publicado los libros Nao (Taller Martín Pescador, 1990) –con poemas de Francisco Segovia– y el libro a cielo abierto. fotografías de Silvia González de León seguidas de un manual para construir cámaras estenopeicas (VERDEHALAGO, 2003). Imparte clases de fotografía en el Centro de Capacitación Cinematográfica y regularmente imparte cursos y talleres.
Por: Silvia González de León
El mejor homenaje que puede realizarse a Carlos Jurado en sus ochenta años de vida es la gran cantidad de jóvenes fotógrafos que realizan fotografía estenopeica. Tal es la conclusión de Silvia González de León, quien fuera su discípula en el puerto Veracruz en los años noventa. En este ensayo, la fotógrafa bajacaliforniana relata sus experiencias con la fotografía estenopeica.
Pensé que siendo yo fotógrafa que utiliza de cuando en cuando cámaras estenopeicas, sería interesante hablar de mi experiencia con la luz con este tipo de artefactos.
Yo empecé a hacer fotografía de un modo muy empírico a mediados de los años setenta, con una cámara de 35 mm que me prestó un amigo. Al principio sólo enfocaba y ponía cuidado en que la aguja del exposímetro estuviera en medio y disparaba frente a lo que me gustaba. La técnica la fui aprendiendo en el camino. Tuve el privilegio de tomar un taller con Kati Horna en la Academia de San Carlos de 1984 a 1985, y de conocer el formato 120 mm en sus queridas Rolleiflex. Kati llegó a nuestro país con su esposo, el artista surrealista José Horna, provenientes de la Guerra Civil Española, donde había sido fotorreportera, pero no del campo de batalla, sino de la vida cotidiana en esos pueblos que luchaban por defender la República.
Después, viviendo en Veracruz, a finales de los ochenta conocí a Carlos Jurado, otro gran fotógrafo, además de un excelente artista plástico. Trabajamos juntos en el IVEC y nos hicimos buenos amigos. Jurado es no sólo una de las primeras personas que hicieron fotografía estenopeica en México, sino quien más se ha dedicado y ha experimentado con esta técnica.
Él se dio a la tarea de inventar diferentes aparatos: una cámara que incluye las tres distancias focales en una y que puede tomar las tres imágenes en un negativo, otra cámara estenopeica de cine, otra con un lente convexo integrado, etc. Su afán experimental no conoce límites. También es un maestro generoso que transmite a sus alumnos lo que sabe. No tengo palabras para agradecerle sus enseñanzas. Ahora hay muchos fotógrafos, jóvenes especialmente, que toman fotos con cámaras estenopeicas. Qué mejor homenaje a Carlos Jurado en sus 80 años recién cumplidos.
El trabajo experimental de Jurado me interesó mucho, en especial lo que hacía con cámaras sin lente. Así que le pedí que me enseñara a hacer una cámara de cartón y ahí empecé.
Mis primeras fotografías con cámara estenopeica, barcos y escenas marinas, fueron tomadas con negativos de papel, y requirieron exposiciones a la luz de unos 30 segundos a mediodía y con el brillante sol veracruzano. Jurado tenía su taller en ese entonces en un departamento frente al Malecón de Veracruz, algo que resultó muy conveniente para mí, ya que tomaba la foto con la exposición sugerida por él e iba a revelar a su laboratorio. Ahí observaba si la exposición a la luz era la indicada, para hacer correcciones en caso necesario. Volvía a cargar mi caja con una hoja de papel fotográfico y salía otra vez. Porque con esa cámara sólo podía tomarse una foto cada vez.
No es que estas fotos sean muy originales, Jurado tiene una serie de barcos trabajados en autocromo que es mucho más interesante, pero me cautivó la atmósfera onírica de esta cámara, su encanto de ensueño. Y además son mis primeras estenopeicas.
Recuérdese que el estenopo u orificio por el que penetra la luz es muy pequeño. Stenos significa en griego estrecho. Es más claro su nombre en inglés: pinhole camera (pin es alfiler, hole agujero).
Usábamos como negativo el papel fotográfico que en general se usa para imprimir positivos con la luz de la ampliadora en el laboratorio y siendo su sensibilidad muy baja (2-3 ASA aprox.) requiere de largas exposiciones a la luz.
La luz irlandesa
Pero no siempre la luz se comporta tan bien como en Veracruz en un día soleado al mediodía. No en Dublín, por lo menos. En julio pasado la Gallery of Photography de esa ciudad, me invitó a exponer mi trabajo con cámaras estenopeicas y a dar un taller con esta técnica. Mis imágenes agradaron mucho a la gente, porque no había fotógrafos irlandeses que hicieran este tipo de fotografía. Al taller asistieron ocho personas de diferentes edades y profesiones, que tenían desde 14 hasta cincuenta y tantos años; unos estudiantes, otros fotógrafos o profesionistas de otras disciplinas.
Las cámaras las hicimos con tubos de cartón para guardar carteles, tapados con plástico
negro en los extremos. El primer día todo funcionó muy bien, afuera estaba soleado y después de hacer pruebas con sus cámaras, los alumnos hicieron exposiciones de unos 45 segundos en promedio. Pero en Dublín llueve mucho y al día siguiente se nubló y llovió... llovió mucho y por varias horas, y así siguió los siguientes días, aunque hubo algunos ratos de sol, breves pero de una luz muy bella. Por lo tanto, las exposiciones a la luz se extendieron a entre 6 y 15 minutos, dependiendo del tamaño del estenopo o de la distancia focal, pues se hicieron otras cámaras con cajas de puros, de galletas, etcétera
Imagínenos en uno de los puentes del río Liffey con nuestras cámaras debajo de los paraguas. A pesar de las dificultades metereológicas, el entusiasmo no decayó, y hasta los jóvenes que trabajaban en la galería, empezaron a tomar fotos con estas cámaras, It´s the pinhole desease (“es la enfermedad estenopeica”), decía uno de ellos.
Si hubiéramos usado película en lugar de papel para los negativos, las exposiciones a la luz se habrían acortado notablemente, porque la película es mucho más sensible a la luz, pero el taller era de sólo 20 horas y el uso de la película se complica mucho a la hora del revelado, porque requiere de oscuridad total. Ver aparecer la imagen en el laboratorio con la luz de seguridad es muy útil, además de ser una experiencia mágica.
Para que vean cómo se acortan los tiempos con el uso de película, publico las siguientes fotos, que tomadas con placas tamaño 4x5”, de 400 ASA, requirieron de entre 2 y 5 segundos de exposición con el intenso sol de Veracruz. Esta fue la segunda serie que tomé para participar en una exposición en el IVEC en 1989, con motivo de los 150 años de la fotografía.
La idea era retratarme en distintas actitudes, aprovechando que la exposición es larga, y experimentar con el desnudo. Y como no había modelos disponibles, pues decidí fotografiarme a mí misma.
* Silvia González de León (Mexicali, 1954). Estudió sociología. Aprendió fotografía en los ochenta en el taller de Kati Horna en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM) y fotografía estenopeica a inicios de los noventa con Carlos Jurado en Veracruz. Ha expuesto individual y colectivamente en diferentes ciudades de México, Estados Unidos, Ecuador, Argentina, Brasil, Cuba e Irlanda. Ha publicado los libros Nao (Taller Martín Pescador, 1990) –con poemas de Francisco Segovia– y el libro a cielo abierto. fotografías de Silvia González de León seguidas de un manual para construir cámaras estenopeicas (VERDEHALAGO, 2003). Imparte clases de fotografía en el Centro de Capacitación Cinematográfica y regularmente imparte cursos y talleres.
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