Carlos Jurado no se considera fotógrafo (2a. Parte)
Antonio Galindo
Ya dentro del Instituto, comencé a trabajar con una cámara estenopeica de forma cilíndrica, regalo del maestro Carlos. Esta cámara utiliza película de 4x5 pulgadas y con ella comencé a aprender los secretos de este oficio.
Una de las características de la ciudad de Jalapa es, o era, la constante humedad del medio ambiente lo que provoca que la vegetación aparezca con colores más intensos. Acostumbrado a la reseca existencia de Guanajuato, caminar por esa ciudad me hacía sentir a cada momento saturado por las explosiones de color, me bastaba dirigir la vista a prácticamente cualquier sitio para encontrar manchas de amarillos intensos, verdes, rojos, azules. Era realmente maravilloso y me provocó la necesidad de buscar la manera de apropiarme de estas sensaciones. La fotografía en color directo me parecía demasiado burda y no respondía a lo que en ese momento podía ver a mi derredor. Comencé a buscar como retener eso que me atraía tanto. Una alternativa era pintar las copias fotográficas en papel, tal vez imprimir formatos grandes y agregar pintura, sin embargo me preocupaba la posibilidad de reproducirlo, de seguir manteniendo en mis manos un negativo que pudiera ser copiado cuántas veces se requiriera. La solución fue pintar los negativos en blanco y negro. Así me inicié con el más importante trabajo que desarrolle dentro del Instituto, que además se insertaba a una de las líneas planteadas en ese momento: la “Tecnología Alternativa”.
Disponer de los materiales y equipo para realizar el trabajo era y continúa siendo una de las preocupaciones de los productores de imágenes. Los bajos presupuestos asignados al apoyo de la producción artística, sumados al alto costo de materiales –sobre todo en el caso particular de la fotografía–, provocaban una dependencia que sólo podía ser superada con ingenio y conocimiento, por ello, muchos de los integrantes del Instituto se encontraban abocados al desarrollo de un cúmulo de recursos técnicos para el apoyo en la producción de imágenes: cámaras de artes gráficas, regraneadoras de láminas, prensas de impresión, sistemas de impresión en lámina, bolsas de vacío para insolado, insoladoras, lápices litográficos, cámaras fotográficas, sistemas de reproducción en offset, goma bicromatada, sistemas de reconstrucción del color, entre otras. Muchas de ellas eran soluciones muy sencillas, pero que impedían quedarse parado por falta de recursos. El método era estudiar los requisitos, definir las condiciones a cubrir y comenzar, probar una y otra vez, sin ningún prejuicio y sobre todo, sin desanimarse por los fracasos, hasta lograrlo.
El maestro Jurado, como director de Instituto de Artes Plásticas, procuró la interacción de las diferentes disciplinas bajo un clima de libertad. Su única exigencia era el compromiso y la pasión por el trabajo. Desgraciadamente no siempre se entendía así. La constancia, la obsesión por la búsqueda, la incansable necesidad de abordar un proceso y repetirlo una y otra vez hasta que éste respondiera de manera cercana a lo que se buscaba, aprovechando siempre la experiencia obtenida, es una de las cosas que recuerdo de él.
Su trabajo fotográfico inicia en una época en la que la pretensión de realismo despreciaba de forma tajante toda imagen que no se dispusiera en línea con ello, la fotografía comprometida se marcaba como la única línea posible de trabajo fotográfico, todo lo demás era cursi, burgués, sólo la fotografía de denuncia era válida. Sin embargo él se mantuvo fiel a las enseñanzas transmitidas en los viejos pergaminos de su muy cercano –en oficio– y gran alquimista Adhojur. Lejos de tendencias impuestas, de modas, decidió esperar pacientemente, con esa tranquilidad que sólo da la certeza, a que la fotografía madurara y fuera de amplio conocimiento que el pretendido realismo fotográfico únicamente fue desvarío de juventud.
Así, pintor de caballete y de mural, grabador, creador y recreador de leones y unicornios, afirma no ser fotógrafo y sin embargo ha ejercido la fotografía de la manera más arriesgada, más pura. En su búsqueda de la luz a través de elementos básicos, nos entregó las llaves de mágicos conjuros contra la pérdida de identidad, como resultado de la masificación propuesta por los comerciantes de la tecnología, de lo cuál la fotografía es una víctima sensible. No se conformó con apretar el botón y que otros hicieran el resto.
Tampoco ha buscado una confrontación directa con el resto de procesos fotográficos incluyendo lo digital. Con sencillez nos propone experimentar la fotografía de manera distinta y éste es un punto más de importancia en su propuesta. Seguramente sabía desde hace mucho que quién tiene razón no necesita restregarla para que brille y mucho menos en la cara de los demás.
Antonio Galindo
Ya dentro del Instituto, comencé a trabajar con una cámara estenopeica de forma cilíndrica, regalo del maestro Carlos. Esta cámara utiliza película de 4x5 pulgadas y con ella comencé a aprender los secretos de este oficio.
Una de las características de la ciudad de Jalapa es, o era, la constante humedad del medio ambiente lo que provoca que la vegetación aparezca con colores más intensos. Acostumbrado a la reseca existencia de Guanajuato, caminar por esa ciudad me hacía sentir a cada momento saturado por las explosiones de color, me bastaba dirigir la vista a prácticamente cualquier sitio para encontrar manchas de amarillos intensos, verdes, rojos, azules. Era realmente maravilloso y me provocó la necesidad de buscar la manera de apropiarme de estas sensaciones. La fotografía en color directo me parecía demasiado burda y no respondía a lo que en ese momento podía ver a mi derredor. Comencé a buscar como retener eso que me atraía tanto. Una alternativa era pintar las copias fotográficas en papel, tal vez imprimir formatos grandes y agregar pintura, sin embargo me preocupaba la posibilidad de reproducirlo, de seguir manteniendo en mis manos un negativo que pudiera ser copiado cuántas veces se requiriera. La solución fue pintar los negativos en blanco y negro. Así me inicié con el más importante trabajo que desarrolle dentro del Instituto, que además se insertaba a una de las líneas planteadas en ese momento: la “Tecnología Alternativa”.
Disponer de los materiales y equipo para realizar el trabajo era y continúa siendo una de las preocupaciones de los productores de imágenes. Los bajos presupuestos asignados al apoyo de la producción artística, sumados al alto costo de materiales –sobre todo en el caso particular de la fotografía–, provocaban una dependencia que sólo podía ser superada con ingenio y conocimiento, por ello, muchos de los integrantes del Instituto se encontraban abocados al desarrollo de un cúmulo de recursos técnicos para el apoyo en la producción de imágenes: cámaras de artes gráficas, regraneadoras de láminas, prensas de impresión, sistemas de impresión en lámina, bolsas de vacío para insolado, insoladoras, lápices litográficos, cámaras fotográficas, sistemas de reproducción en offset, goma bicromatada, sistemas de reconstrucción del color, entre otras. Muchas de ellas eran soluciones muy sencillas, pero que impedían quedarse parado por falta de recursos. El método era estudiar los requisitos, definir las condiciones a cubrir y comenzar, probar una y otra vez, sin ningún prejuicio y sobre todo, sin desanimarse por los fracasos, hasta lograrlo.
El maestro Jurado, como director de Instituto de Artes Plásticas, procuró la interacción de las diferentes disciplinas bajo un clima de libertad. Su única exigencia era el compromiso y la pasión por el trabajo. Desgraciadamente no siempre se entendía así. La constancia, la obsesión por la búsqueda, la incansable necesidad de abordar un proceso y repetirlo una y otra vez hasta que éste respondiera de manera cercana a lo que se buscaba, aprovechando siempre la experiencia obtenida, es una de las cosas que recuerdo de él.
Su trabajo fotográfico inicia en una época en la que la pretensión de realismo despreciaba de forma tajante toda imagen que no se dispusiera en línea con ello, la fotografía comprometida se marcaba como la única línea posible de trabajo fotográfico, todo lo demás era cursi, burgués, sólo la fotografía de denuncia era válida. Sin embargo él se mantuvo fiel a las enseñanzas transmitidas en los viejos pergaminos de su muy cercano –en oficio– y gran alquimista Adhojur. Lejos de tendencias impuestas, de modas, decidió esperar pacientemente, con esa tranquilidad que sólo da la certeza, a que la fotografía madurara y fuera de amplio conocimiento que el pretendido realismo fotográfico únicamente fue desvarío de juventud.
Así, pintor de caballete y de mural, grabador, creador y recreador de leones y unicornios, afirma no ser fotógrafo y sin embargo ha ejercido la fotografía de la manera más arriesgada, más pura. En su búsqueda de la luz a través de elementos básicos, nos entregó las llaves de mágicos conjuros contra la pérdida de identidad, como resultado de la masificación propuesta por los comerciantes de la tecnología, de lo cuál la fotografía es una víctima sensible. No se conformó con apretar el botón y que otros hicieran el resto.
Tampoco ha buscado una confrontación directa con el resto de procesos fotográficos incluyendo lo digital. Con sencillez nos propone experimentar la fotografía de manera distinta y éste es un punto más de importancia en su propuesta. Seguramente sabía desde hace mucho que quién tiene razón no necesita restregarla para que brille y mucho menos en la cara de los demás.
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